domingo, 28 de febrero de 2010

Panegírico de la Conciencia [Facu]

Es en realidad la conciencia nuestra peor enemiga, y no lo digo en el sentido moralista. Que en ese sentido haya quienes no están conformes consigo mismo no habilita a una generalización como la que propongo. Lo que tengo en mente es la conciencia de si o autoconciencia, y esto implica inevitablemente una separación, una diferenciación entre lo que soy y lo que no soy yo. Mal que les pese a los partidarios de una unidad insulsa e ingenua esta diferenciación es esencial en el hombre y, como tal, forma parte de lo específicamente humano. La indiferenciación, en este sentido, implica una “conciencia” a-critica o dormida, razón por la cual no es verdaderamente conciencia. La distinción fundamental de la consciencia posibilita el juicio o la valoración de lo que es según un criterio o punto de vista especifico. En la particularidad del criterio quieren ver capricho los enemigos de la conciencia. No entienden que el mismo juicio que de ello se hacen no deja de ser un particularismo. Y aquí se trata de defender los particularismos por particulares que sean. Condenada o no a una subjetividad insalvable, la diferenciación fundamental es una condición necesaria para una visión del mundo que, en este sentido, significa condición de posibilidad del mundo. Sin esto nos perderíamos en una unidad indeterminada e inactiva cuya expresión religiosa es el “nirvana” o, más sencillamente, la nada. Si, recapitulando, lo que nos constituye como hombres es una diferenciación “genética” del mundo o el haber sido expulsados del paraíso por comer el fruto prohibido, y a su ves, la valoración que esa diferenciación posibilita esta condenada a lo particular subjetivo, concluimos en la versión abstracta o conceptual de la tragedia humana, con las ambigüedades que le son inherentes. Si ha de ser así, es, al parecer, lo más prudente, el camino de la sospecha como conciencia de lo endeble sobre todo, del propio criterio.-