“[sobre las “zonas erógenas”]... Todas ellas son utilizadas para producir, bajo un estimulo apropiado, determinada aportación de placer, de la cual surge la elevación de la tensión, que por su parte debe hacer surgir la energía motora necesaria para llevar a término el acto sexual. La penúltima fase del mismo es, nuevamente, la apropiada excitación de una zona erógena, de la zona genital misma en el glans penis, por el objeto mas apropiado para ello; esto es, la mucosa vaginal; bajo el placer de esta excitación produce se gana ahora, por caminos reflejos, la energía motora necesaria para hacer brotar la materia seminal. Este último placer es el de mayor intensidad y se diferencia de los demás en su mecanismo, siendo producido totalmente por una exoneración y constituyendo un placer de satisfacción, con el cual se extingue temporalmente la tensión de la libido.” [Fragmento de cualquier libro de Psicoanálisis]
¡Bravo! Nunca una descripción se alejo tanto de aquello que pretendía captar. Pocos tan interesados como los psicoanalistas en descubrir la naturaleza última y esencial de la sexualidad y, sin embargo, no logran dar en la tecla por la estrechez de los conceptos con los que quieren encerrar el todo. Pero no es solo una cuestión de palabras sino una entera perspectiva equivocada. Quien quiera apenas acercarse a la realidad sexual de un individuo tiene que olvidarse por completo de términos como “mecanismo”, “proceso”, “zona erógena”, “descarga de la tensión libidinal” entre otras ideas frías y pálidas de muerte que no conducen sino a una visión estrechísima para lo que se propone captar y a la ves demasiado amplia por ser aplicable tanto a un ser humano como a un topo. Lo preocupante es que la visión psicoanalítica de la sexualidad se apoya en un concepto de hombre demasiado contaminado de positivismo, por lo cual, lo sexual es solo uno de los tantos elementos humanos disecados, enflaquecidos al limite de la inanición y reducidos a meras conexiones causales. El psicoanálisis quiere construir un edificio con herramientas de papel de diario, y ya que lo específicamente humano es demasiado complejo para sus procedimientos de juguete, lo reducen y hacen del hombre una bestia reprimida. La reducción es tentadora pero no es fiel. Prefiero un verso de Bécquer a un libro de Freud.
“Yo me he asomado a las profundas simas
De la tierra y del cielo,
Y les he visto el fin, o con los ojos
O con el pensamiento.
Mas ¡Ay! De un corazón llegué al abismo
Y me incliné por verlo,
Y mi alma y mis ojos se turbaron
¡Tan hondo era y tan negro!”
Rima XLVII
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Sos un gran Topo intelectual-oide!
ResponderEliminar